jueves, 13 de octubre de 2016

ARCO

Muchos buscamos el orden en el espacio. De manera positiva o negativa, en los vacíos presentes entre las formas, o en las formas en sí. Es esta la premisa de trabajo de la fotografía, la composición en base a la selección de la realidad, esencialmente formas, objetos y los vacíos entre ellos, seleccionados mediante el acto de enmarcar. 

Uno de los objetos ejemplarizante de lo anterior más repetidos, presente aunque altamente asumido y estandarizado que delimita la realidad es el arco, una estructura formada por dos postes paralelos y un poste superior (transversal o perpendicular a los palos) llamado travesaño o larguero también conocida como portería, cuyas medidas reglamentarias en el fútbol profesional son de 7,32 metros de ancho por 2,44 de alto. 

En el juego, si la pelota lo atraviesa se anota un punto. En sí, no son más que tres palos y una idea, todo lo que ocurra ahí dentro es un evento percibido como de mayor relevancia al resto. Con lo que surge una dualidad, fundamentalmente marcar un punto o no marcarlo, lo que a lo largo del partido supone la diferencia entre ganar o perder. Si eliminamos esa referencia, ese marco delimitador, eliminamos la idea misma del futbol, la norma básica que hace ser lo que es.

Por tanto la función del arco es contener una idea y crear una diferencia: anotar o no anotar, ganar o perder. Extrapolable a cualquier sistema binario: lo prioritario y lo secundario, la realidad y la ficción, la valentía y la cobardía, la acción y la pasividad, la verdad y la mentira, primera división y segunda, la abundancia y la escasez, fama y anonimato, porsche y citröen, ciudadanos de primera y de segunda, luz y oscuridad, la zona de confort y lo desconocido, lo visible y lo invisible, el negocio y la pasión, la votación y la abstención. 

Manresa, octubre de 2016.

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